viernes, 25 de abril de 2014

Puente de Mostar (Bosnia-Herzegovina)



La ciudad de Mostar ha sido siempre un relevante nexo de unión entre el mar Adriático y el interior de Bosnia. En 1557 el sultán Soleimán el Magnífico encargó al ingeniero Mimar Hajruddin, discípulo del gran arquitecto turco Sinan, el diseño de un nuevo puente para sustituir un puente de madera. Hajruddinel propuso un único arco de piedra caliza, con sendas torres defensivas en cada extremo. La estructura consiste en un vano de 30 metros de luz y 20 metros de alto.

El puente sobrevivió hasta finales del siglo XX, soportando el peso de los tanques que cruzaron el río durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, las guerras de los Balcanes de finales del siglo XX provocaron que en 1993 el ejército croata bombardeara el puente, cayendo el 9 de noviembre de 1993. La ciudad quedó dividia en dos comunidades independientes, la croata en la orilla oeste y la musulmana en la orilla este.

La acción fue condenada unánimemente como un acto de vandalismo cultural por la comunidad internacional, y pasada la guerra, en 2004 se procedió a la reconstrucción del puente y de los edificios colindantes. Con un presupuesto de 13 millones de dólares, la tarea de reconstrucción respetó los materiales originales: se recuperaron del fondo del río las piedras caídas, y las partes perdidas o inutilizables fueron reemplazadas con piedra de la misma cantera de donde se sacó la piedra para el puente original. Los bloques fueron fijados empleando la técnica de refuerzos metálicos, a base de grapas y barras introducidas en ranuras en la piedra, rellenando posteriormente los huecos con plomo fundido, tal y como hicieron los ingenieros turcos. La reconstrucción fue vista como un símbolo de la recién conseguida paz.

Su nombre, también como en muchos otros casos, proviene del propio puente: Stari Most (most significa puente, stari significa viejo). Fue reconocido como Patrimonio Mundial por la Unesco en 2004, como “símbolo excepcional y universal de coexistencia entre comunidades de distinto origen cultural, étnico y religioso”. El comité encargado de la reconstrucción escribió, según Miguel Aguiló, que “no hay ciudad en el mundo que esté ligada de tan inseparable manera con un puente, como la ciudad de Mostar con su Viejo Puente. Con los años, él se convirtió en el verdadero símbolo de Mostar y gradualmente llegó a estar tan relacionado que la ciudad era inimaginable sin él. El puente era a Mostar, lo que Nôtre Dame es a París, el Kremlin a Moscú o la Ópera a Sidney”.

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